Después del receso que mantuvo a los rosarinos Cielo Razzo alejados de los grandes escenarios de Capital, la vuelta fue intensa y a lo grande: con un Luna Park repleto como pocas veces se vio.
Grietas, editado en 2007, es el cuarto disco de estudio de Cielo Razzo, y significó -tratando de no caer en metáforas obvias- un quiebre en todo sentido: por un lado, marcó el alejamiento de pelo music y la vuelta a editar un disco por la vía independiente. Por el otro, la incursión en una vertiente sonora nueva, más oscura y distante del mote de “rock rioplatense” que desde el inicio los caracterizó.
La presentación oficial en Buenos Aires se venía haciendo esperar; y finalmente, la víspera de la primavera resultó ser la hora señalada. Y el Luna Park , mítico y enorme, el escenario que los recibió.
Cerca de las ocho de la noche los alrededores del estadio empezaban a poblarse de chicos, chicas y remeras rockeras. Adentro, ante una convocatoria todavía tibia, arrancaba la previa en manos de DIECIS1E7E. La banda, que lanzó su primer disco a principios de éste año, sorteó elegantemente el desafío del debut en un escenario grande. Y, pese a que su pop metalero poco tenía que ver con el estilo de Cielo Razzo, se encontraron con una buena respuesta por parte del público, y fueron los únicos representantes locales en una noche que resultaría una verdadera cumbre rosarina. Juan Faixal, bajista de DIECIS1E7E: “fue realmente increíble, como cumplir el sueño del pibe. No se me borra más la sonrisa de la cara”.
Pasadas las diez, la espera interminable llegó a su fin. Con Carlos Seminara reemplazando a Juampi Bruno en la percusión, Chelo Bizarri en teclados más la formación de siempre - Cristian Narváez en bajo, el Pájaro Almirón y Nano Aimé en guitarras, Javi Robledo en batería y la voz de Pablo Pino - Cielo Razzo salió a escena ante la ovación de un campo que todavía no estaba repleto en su totalidad pero ya empezaba a desplegar banderas, globos y los rituales típicos de cada encuentro. “Ustedes pedían el Luna desde hace dos años… Bueno, costó, pero acá estamos”, decía Pablo Pino, inaugurando con “Televicio” un recorrido de 31 temas: casi tres horas de show.
El rescate del cover de “Promesas sobre el bidet” introdujo un leve cambio de aire al predominio de “Grietas” sobre la primera mitad de la lista. También la poco festejada reversión de “Mujer”.
Mas adelante, un ensamble de cuerdas y flauta traversa se sumaría para acompañarlos en “La cruz”. Pero la verdadera postal de la noche llegó, promediando ésta, cuando Pino invitó a subir al escenario a una especie de Dream Team de la escena musical rosarina: Dani Pérez, de Sucesores de la Bestia, el Polaco Abramovsky de El Regreso de Coelacanto, Nahuel Marquet, de Degradé, Ezequiel “Choza” Salanitro de Sikarios y Lolo Luciani, de Fluido, para una versión de “Qué se yo” que, fuera de algunas desprolijidades en cuanto a la puesta sonora, fue sin dudas uno de los pasajes más intensos y emotivos del show.
A partir de ahí, empezó el viaje en el tiempo. La seguidilla de clásicos, (vale decirlo), comenzó a apoderarse del set y con ella, el verdadero folclore razzo, enardeciendo a un campo que, para esta altura sí estaba lleno -7 mil personas fue la cifra oficial-. “Cuantos que son, hijos de puta”, se asombraba Pino mirando al público. Y es que, si hoy el Luna Park es un nuevo parámetro de popularidad rockera, Cielo Razzo puede jactarse tranquilamente de haber superado la barrera, y más aún: de haber conquistado Buenos Aires sin renegar de su posición de banda del interior.
“Las grietas nunca dan revancha”, reza la voz de Pino sobre el comienzo del disco. Y sin embargo, el presente de los rosarinos, tras casi quince años de trayectoria, parece haberles demostrado todo lo contrario.
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